sábado, 2 de agosto de 2014

EL ABSURDO



Y alguien dijo por ahí “Conócete a ti mismo”
¿Acaso no es absurdo? 
¡No sé quién soy ni quiero saberlo! ¿Cómo para qué? Yo solo sé que siempre me voy conociendo y que durante siempre soy a veces de muchas formas. Imagino que el día que sepa quién soy me convertiré en una sola cosa y eso se me hace muy aburrido, restringido, confinante. Suena mejor soy lo que necesito ser, con quien necesito ser, en donde necesito ser. Eso sí, siempre soy yo misma, lo que requiere de toda mi seriedad.

No ha sido algo que haya cruzado por mi cabeza el “buscar para conocerme” –póngase tono de sermón pseudo sabio en sesión de coaching espiritual. ¡Como si pudiera resumirme en una palabra, en una frase, en una definición, una personalidad determinada! Como si el “ser” fuera algo objetivable o determinable (eso cree la psiquiatría y la psicología- aclaro, no todos los psiquiatras ni todos los psicólogos). El problema quizá no es buscarse, si no encontrarse (conocerse), peor: que te encuentren, y mucho peor aún: que te sientas encontrado, como todos aquellos que caen en las garras de un diagnóstico de personalidad de revista, de consultorio o del amigo (o enemigo), dentro todo aquello que cabe entre los términos de lo más extraordinario a lo más atroz. Parece que mientras la ciencia sigue rompiéndose el coco... cuando el hombre comenzó a preguntarse quién es, aquellos que disfrutaban invertir su tiempo en reflexionar sobre ello, ya se habían respondido que lo único que se puede conocer de uno mismo, es saber que las situaciones son las que nos determinan.

Conocerse como algo determinado nos quita la libertad de ser de otra manera cuando lo necesitemos, desde unos mulas hasta santos.

En este sentido del “conocer”, tampoco me interesa conocer a los otros, mucho menos a los que quiero, a los que amo, a los que quiero cerca. Me gusta saber que tienen la libertad de ser; yo solo quiero su libertad y la mía. Ellos también necesitan ser, lo que necesitan ser, con quien necesitan, y donde lo necesitan. La experiencia me ha enseñado que en la libertad de ser como soy con el otro, el otro lo es conmigo.

Por ahí leí, que el amor es entregar libertad y de eso estoy absolutamente segura. No tienes que quererme, solo déjate querer.

Tengo el placer de no conocerme a mí misma.

Escrito por Alicia Ayora Talavera




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