martes, 3 de mayo de 2016

CAÌN


El pecado está en la lengua.  Así es. Esto desde que Dios decidiera darle a Adán y Eva la forma de ponerse en “contacto con las interioridades más profundas del ser corporal” y “causar la oscura y laberíntica confusión” que nos persigue hasta hoy día.
Muy a su estilo de “narrar sin respiro” para ser leído de la misma manera, Saramago hace un repaso histórico de pasajes bíblicos, predecibles en el desenlace de cada escena para los que han tenido algún tipo de contacto con esta historia e inhóspitamente inconcebibles para la moral implementada en las enseñanzas de las sagradas escrituras. ¡Blasfemia!
En realidad el pecado original es haber usado la cabeza, o lo que es lo mismo pensar por cuenta propia.
Dios -por ser dios- no tiene que reconocer públicamente haber errado; posiblemente por eso los mortales creen que no los comete… ¿acaso prohibir comer del árbol del conocimiento sobre el bien y el mal y dar raciocinio a sus creaturas no es incongruente? El “génesis” es el pensamiento y la genealogía de la moral- no la de Nietzsche-.
El destierro del paraíso muestra la faceta de Adán como hombre. Con tantos temores como los de Eva, pero los procura ocultar bajo su imagen de macho. Mientras tanto Eva se descubre ¡atrevida!, ¡audaz!, ¡emancipada!
Acabada la buena vida, el castigo del trabajo para Adán y las incomodidades del embarazo hicieron de él un buen agricultor y de ella la madre de tres hijos.
A pesar de haber sido los mejores amigos de infancia los dos mayores comienzan a mostrar distintas vocaciones. Caín se dedicó al campo y Abel al ganado. Como manda la obligación y tradición religiosa, el día de la ofrenda a dios, Abel quema carne de ganado y Caín los productos de la tierra. El humo que se pierde en las alturas es señal de haber sido aceptada la ofrenda. Para mala suerte de Caín, el humo de la suya se difumina sin subir, señal del rechazo sin contemplaciones. Tras varios intentos fallidos se desata la burla de Abel hacia el hermano, no sólo ese día, sino toda la semana. El final ya lo sabemos. Dios aparece frente a Caín: “¿Qué has hecho con tu hermano?, preguntó, y Caín respondió con otra pregunta, ¿Soy yo acaso el guardaespaldas de mi hermano?; Lo has matado, Así es, pero el primer culpable eres tú, yo habría dado mi vida por su vida si tú no hubieses destruido la mía, Quise ponerte a prueba, ¿Y quién eres para poner a prueba lo que tú mismo has creado…?” ¡Jesús, María y José! Diría mi abuela.
Y así como en este fragmento, Saramago pone dentro de los diálogos de los personajes una pregunta tras otra cuestionando  a un dios que no es de fiar. “Qué diablo de dios es éste que, para enaltecer a Abel, desprecia a Caín”.
No hay nada que haya leído de José Saramago que no me provoque suspiros, risas ante su sarcasmo, y el deseo de escribir algún día sin respiro como únicamente lo sabía hacer él.
José Saramago hijo de campesinos pobres, nació en Portugal en 1922. Su primera novela “Tierra de Pecado” fue publicada en 1947; a pesar de las críticas favorables, no volvió a escribir hasta veinte años después. Fue una persona comprometida con el género humano. Premio Nobel de Literatura en 1998, su obra está considerada como una de las más importantes de la literatura contemporánea.
Entre  sus obras están “Alzado del suelo” (1980) fue la novela que le reveló como el gran novelista maduro y renovador portugués. “Memorial del convento” (1982), “El año de la muerte de Ricardo Reis” (1984), “La balsa de piedra” (1986), “Historia del cerco de Lisboa” (1989), “El evangelio según Jesucristo” (1991) y “Ensayo sobre la ceguera” (1995), obra en la que el autor desde planteamientos éticos advierte sobre "la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron". Murió el 18 de junio del 2010.

Escrito por Alicia Ayora Talavera

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