domingo, 8 de marzo de 2015

¿INGENUIDAD, OPTIMISMO?




Por más que intente, no encuentro la forma de contradecir que la vida ha sido generosa, muy generosa conmigo. Como única explicación razonable hasta hoy, atribuyo esta suerte a un cierto grado de ingenuidad o quizá de optimismo, no se si me he negado a ver la vida como dicen que es refugiándome la mayor parte del tiempo en mi imaginación y mis sentidos. Haciendo memoria, creo que he vivido una vida ordinaria, simple y tan relajada que la palabra frustración me suena extraña y desconocida y la tragedia me suena a la desventura de la guerra y la violencia. Quizá solamente soy un ser humano que vino sin frenos, o con mucha hambre de vivir porque nada me ha detenido.

He vivido cosas difíciles como todos. La que más ha requerido de entereza me llevó de la mano a la banca de los que alcanzan paz, después de haber entendido que la única certeza es la misma incertidumbre. Para mi no es que la vida cambie en un segundo, eso creemos porque vivimos de expectativas, creo que la vida tan solo sucede. Solo podemos tener bajo control nuestra voluntad, nunca la de otros, nunca la voluntad de la vida misma. A mi la incertidumbre me libró del peso de todo aquello que cargué en algún momento y también de todo aquello que me pudo haber pesado.

Algunas veces siento que no entiendo nada de como dicen que es la vida, pero me retracto cuando pienso que tan solo es que la entiendo diferente, más que explicaciones me dejo llevar por sensaciones y todo ha salido a pedir de boca, lo sé porque estoy rodeada de todo lo que necesito, de la gente que me quiere y quiero.
  
Y bueno en esa forma de vivir ingenua, no me creí aquello de que los golpes de la vida nos enseñan a ser fuertes, yo siempre me he sentido fuerte porque en mi vocabulario la palabra debilidad no estaba inscrita. Que dejaría de soñar en algún momento porque la vida no es color de rosa, la mía era y sigue siendo de colores, todos los necesarios para poder distinguir las cosas y hacerla visible. Si hubiera creído ambas cosas mi mundo de fantasía, o ese sueño del que no he despertado, se hubiera perdido cuando llegó a mi vida mi hijo Carlos.

Una vez más comprobé que ese tipo de afirmaciones o discursos no aplican en el mío, me jacto de ser muy optimista y poco realista. Si fuera realista,  no habría luchado tanto y hubiera aceptado los diagnósticos desoladores sobre la vida de mi hijo.

Mi vida ha sido todo lo contrario. Primero llegó mi hijo Ray, la luz de mis ojos, para amortiguar el camino. Mi persona favorita amarró con su sensibilidad una capa de la mujer maravilla a mi garganta para seguir volando. Ray es mi maestro de vida, con él he podido corregir mis trastadas, aprendí a escuchar mi corazón y hacer a un lado la razón, solo así se sobrevive a cualquier cosa. Solo así he podido ser la persona que Carlos ha necesitado.

En realidad, la prueba si de pruebas se trata, no fue Carlos, fue Ray. Una prueba a mi humanidad, a mi razón, a mi corazón, a mi entrega, a mi amor de madre, a mis defectos, a mi entereza, perseverancia, compromiso, voluntad. 

Entré al ruedo. Jamás imaginé que entre el dolor de lo no imaginado, Carlos traía bajo el brazo regalos que sigue sacando. Carlos mi bebe por siempre, también mi maestro de vida, con el que he aprendido cosas fundamentales como la responsabilidad por el otro. Con él, he agudizado mis sentidos. 

Y durante el camino, entre subidas tortuosas y bajadas casi de caída libre, la vida seguía siendo para mi maravillosa, quería gritarlo al mundo. Nunca tuve el menor reparo en compartir la llegada de Carlos, ni su biología, ni mi sufrimiento.

Escribir ha sido algo terapéutico para mí desde siempre (antes no lo sabía pero hoy puedo decirlo que así fue) Guardo mis diarios de niña y adolescente. Así nace la idea de escribir mi experiencia con Carlos. 

Y como he dicho en otras ocasiones ya sembré un árbol, tuve dos hijos, y escribí un libro, pero no puedo morir tranquila, quiero más árboles y libros.



Resumen de discurso, presentación de SOMOS UNO, FILEY 2015


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