En el silencio de los domingos de verano a las 7 de la mañana, despertó aquel día con esa sensación de tranquilidad y lucidez
de lo obligado; abrió los ojos mirándose cómodamente sobre la cama con la paz de
las primeras horas del día, solo unos segundos antes que aparezca en su cabeza
el ruido de los deseos reprimidos, el instintivo onanismo mental y entonces
dejarse devorar de nuevo por el ser o el deber, lo claro y lo confuso, lo
visible y lo invisible: paredes, cuadros, muebles, libros, objetos, ventanas, sabanas,
almohadas, olores, silencios y ruidos de varios años, un cuerpo…y el
sueño-imagen que se hace uno de todo para
vivir en paz o en un infierno.
Escrito por Alicia Ayora Talavera
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